Se ha celebrado el Día de contra la Violencia de Género. Los datos ahí están, y no hay que incidir en ellos, ya que desgraciadamente hablan por sí solos, y son de sobra conocidos por toda la ciudadanía. La cuestión es: ¿qué hacemos todos y todas para que esas cifras tan alarmantes comiencen a descender?
Un año más, la clase política ha realizado manifestaciones y ha marcado presencia en las distintas concentraciones y actos en la calle dejando claramente patente su repulsa y rechazo. Pero en la práctica, ¿qué? Allí donde verdaderamente pueden incidir, y tienen capacidad de decisión ¿qué intereses defienden?
Las mujeres tenemos que poder decidir. Nos va la vida en ello. La clase política nos da la espalda una y otra vez, únicamente les interesa la foto. No son solo palabras, tenemos un reciente ejemplo práctico, donde otra actitud política podía haber cambiado las opciones de muchas mujeres: el convenio de las residencias de Gipuzkoa.
Un sector en el que trabajan 4.000 mujeres, las cuales llevan dos largos años batallando duramente para dignificar su tarea diaria y lograr el reconocimiento y a la vez la estabilidad de empleo que merecen en la labor que realizan.
No piden tanto: poder mantener sus puestos de trabajo (subrogación), jornadas más regulares para poder atender a los suyos (conciliación) y un salario digno que les permita ser independientes y les otorgue capacidad de decisión.
Sin embargo, su pretensión ha sido cercenada de la manera más ruin posible. La Diputación decide subir las tarifas a las empresas, y las asociaciones de empresarios en el sector, Adegi y LARES (Fundaciones y empresas sin ánimo de lucro), llevan a la mesa la primera oferta en dos años, diciendo además que se trata de la última.
Una oferta salarial para cuatro años, que no garantiza el mantenimiento y conservación del empleo en el caso que la empresa adjudicataria del servicio de la residencia, cambie. En resumen, se mantiene con ello la precariedad en el empleo de las mujeres.
Sobre los sindicatos que firman el acuerdo de la vergüenza con una representación del 20% (o sea en minoría), no me voy a detener ni un segundo, ya que ellos mismos se desacreditan una vez más vendiendo a los de su clase.
Resultado: de esta forma se puede poner mordaza y atar de pies y manos a 4.000 mujeres que lo único que han hecho ha sido pretender dignificar la tarea de cuidar y atender a los ancianos. Yo diría que hay mucha violencia de género en este acuerdo, y que todas las partes han quedado bien retratadas.